Ofelia Soto: Intérprete de la naturaleza

Por Cristina E. Wilhelm
Fotografía: Dondyk+Riga / Tendencia Maracaibo
El arte de Ofelia Soto es tan versátil como su mismo ser: mares que pueden ser cielos, cimas que pueden ser sabanas, luminosidades exquisitamente imprecisas, obras que dicen a gritos la palabra libertad: “Empecé a trabajar con la acuarela y he aprendido en estos años que debes respetar el material, permitirle al agua correr libremente, que se mueva sola… Al no forzarla puedes descubrir esos patrones con que la naturaleza nos habla e ir más allá”.


Ofelia Soto nació en Morelia, México, y vino a Venezuela luego de la caída de Pérez Jiménez junto con su esposo y su primogénita, invitado por La Universidad del Zulia. A pesar de que inicialmente pensaron quedarse sólo por año el magnetismo marabino los hizo permanecer en este suelo por el resto de sus vidas: “Los mexicanos somos muy protocolares, muy diferentes ¡y aquí la gente es tan espontánea! Eso nos enamoró”.

Siempre fue una apasionada de la lectura y de las artes. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México y fue editora de la revista de literatura Ideas de México. Sin embargo para ella el arte era una necesidad, por eso decidió estudiar Pintura en el taller de Ardash de París. Cuando vino a Venezuela, estudió Grabado y Serigrafía en la Escuela Julio Árraga y aprendió todo sobre el tapiz en los talleres Mali-Mai y Madriguera de Maracaibo: “Considero el arte un privilegio pues me permite expresar lo que soy, lo que siento, cómo veo el mundo. El arte llena la necesidad de comunicar esas imágenes que hemos recogido durante toda la vida. Por eso cada cuadro representa una lucha donde el vencedor siempre debe ser el cuadro”.

Por lo general, los colores en la obra de Ofelia son calmados, pacientes, taciturnos, pero su obra está llena de vida: “No quise competir con el folklore de mi tierra. Quizás mi obra es un escape a esa explosión. Fue todo un reto liberarme de los colores vibrantes de México”. En el año 2006 Ofelia Soto cumplió cincuenta años desde su llegada a Maracaibo. En ese medio siglo no sólo logró que esta tierra la adoptara como un valor artístico propio sino que desarrolló una trayectoria admirable que la consagró entre los maestros: “No creo en la inspiración. Creo en la disciplina, en la concentración, en  poner lo mejor de ti en todo lo que haces. Pintar me hace sentir viva”.
Publicado originalmente en la revista Tendencia Maracaibo (2006).


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